Le journal de Clara. Guionista: Xavier
Clément. Basado en el libro Mussolini segreto. Diari 1932-1938 (2009), de
Claretta Petacci, curado por Mauro Suttora. Dibujante: Pauline Cherisi, con la
colaboración de Magali Groues Cherici, Pierre Elahee y Pierre Arnau.
Portadista: Pauline Cherisi. Actes Sud, Francia, junio de 2020.
28 de abril de 1945. Tres días después de la
liberación italiana, el cadáver de Benito Mussolini cuelga, cabeza abajo, en
una plaza de Milán. La idea es que la gente común, el pueblo, pueda insultarlo,
golpearlo y escupirlo a voluntad. Un comando de partisanos lo había descubierto
un día antes, cuando intentaba fugarse a Suiza. Lo juzgaron de manera sumaria y
lo condenaron a muerte. Lo ajusticiaron a balazos y lo exhibieron como trofeo
de la victoria definitiva sobre el fascismo. Al lado de il Duce flamea
Clara Pettacci, amante del dictador durante los últimos 13 años. Por
colaboradora, Claretta (como se la conocía popularmente) también fue fusilada y
colgada de los tobillos.
Sobre esta historia de amor retorcido al que
hoy denominaríamos tóxico, los franceses Xavier Clément y Pauline Cherisi
elaboraron un estremecedor fresco sobre el ejercicio del poder durante la
República de Saló, el estado títere de los nazis que Mussolini gobernó con mano
de hierro. En base al diario íntimo que escribió Clara Pettacci entre 1932 y
1938, publicado como libro en Italia recién en 2009, los autores exorcizaron al
Duce más íntimo y desconocido, un mequetrefe capaz de escenificar a la
perfección el papel de dictador impiadoso y sanguinario.
No sé si el verdadero Mussolini fue este miserable
compendio de frustraciones, obsesiones sexuales y delirios imperiales que aquí aparece
minuciosamente retratado. No sé si ese Mussolini es algo más que la invención
de la retórica de Clara, o la perspectiva que Clément y Cherisi eligieron
contar en base a lo escrito por Pettacci. Lo que sí sé es que, cuanto más
avanzaba en la lectura del libro, más me parecía estar leyendo un ensayo sobre
la gestión del poder presidencial en la Argentina actual.
Más allá de las diferencias existentes entre
Milei y Mussolini, ambas figuras parecen compartir un perfil frívolo, cómico y
algo ridículo, que podría enmascarar un complejo de inferioridad bajo el exhibicionismo
gozoso de la crueldad. Así como Benito se desesperaba por agradarle a Hitler,
Javier se desespera por agradarle a Trump. Y los dos dedican gran cantidad de
tiempo y energía a maltratar ciudadanos, despreciar opositores, denigrar
gobernantes extranjeros, pelearse con el Papa, erigirse como Latin-Lovers de
tiempo completo, mostrarse fuerte frente a los débiles y débil frente a los detentores
del poder real. Una persona (¿un personaje?) pasional y vulgar, contradictorio
e hipócrita, psicológica y emocionalmente frágil. Alguien que, al no ser amado
de chico, se conformó con ser temido de grande. Un tirano pequeño, pequeño.
Fernando Ariel García