El triángulo de la tristeza. Director: Ruben Östlund. Protagonistas: Harris Dickinson, Charlbi Dean, Dolly de León, Zlatko Burić, Iris Berben, Vicki Berlin, Henrik Dorsin, Jean-Christophe Folly, Amanda Walker, Oliver Ford Davies, Woody Harrelson, Sunnyi Melles y Carolina Gynning, entre otros. Guionista:Ruben Östlund. Imperative Entertainment / Film i Väst / BBC Film / 30West, entre otras. Suecia / Alemania / Francia / Reino Unido / México / Dinamarca / Grecia / Suiza / EE.UU. / Turquía, 2022. Estreno en la Argentina: 23 de febrero de 2023.
La belleza debe estar libre de pecado, entendiendo al pecado como una arruga en el rostro. Al menos, para el actual mundo de la moda que el director sueco Ruben Östlund disecciona con precisión y sin anestesia en su nuevo trabajo, El triángulo de la tristeza (Triangle of Sadness), cuyo título remite directa (y explícitamente) a la zona del entrecejo donde aparecen las marcas del sufrimiento de las personas. Algo que puede enmascararse con bótox, pero que necesita mucho más que la aplicación de una toxina para arreglarse definitivamente.
Sobre esta dialéctica entre la realidad y la construcción tuneada de la realidad, se monta el film galardonado con la Palma de Oro en el último Festival de Cannes y nominado al Oscar como Mejor Película. Todo más que justo para una obra que empieza siendo una versión seria de Zoolander, continúa como una remake revulsiva de El crucero del amor; y termina en una recreación sardónica de La isla de Gilligan. Sin perder el pulso, el ritmo ni la mirada crítica.
Apelando al humor negro, Östlund analiza el efecto del poder en la naturaleza humana, modificando brutalmente los posicionamientos (reales y simbólicos) de los principales protagonistas de la trama: Una pareja de influencers, un matrimonio de ancianos fabricantes de armas, una mujer discapacitada, un empresario tecnológico, los tripulantes y el personal de limpieza de un crucero de ultralujo, un millonario ruso capitalista y el capitán del barco, comunista asumido y declarado.
Yendo de la abundancia a la carencia, del exceso a la necesidad, del orden impuesto al caos indisciplinado, de la (supuesta) civilización a la (supuesta) barbarie, la película establece la manipulación y el sometimiento del otro como ejercicio violento de la supremacía, modificando las relaciones de dependencia y rompiendo cualquier canon social, racial, étnico, cultural e ideológico pre-establecido, para discutir la lucha de clases en clave netamente existencialista. Una situación límite que dejará en evidencia la tensión siempre irresuelta entre el Capital y el Trabajo, en un contexto donde lo vital no pasa por las posesiones sino por las habilidades. Y un final avasallante, que enfrenta la psicología prepotente del poder frente a la empatía y la búsqueda del bienestar común, clavando una duda esencial en el corazón y la cabeza de cada espectador.
Fernando Ariel García